martes, febrero 14, 2006

norepinefrina y reguetón


Hay cosas que se pueden olvidar. Hay pequeños detalles que pueden pasar desaparecidos pero sin embargo es imposible transportarlos a la papelera de reciclaje; ahora mismo me viene mal pronunciarme en relación a estos últimos. Lo olvidable, lo desechable, incluso lo reciclable constituye a fecha de hoy (un día cualquiera de la era Bobo post-Sokal) el eje que estructura la realidad de nuestras vidas. Tratar de obviar, de perdonar, de pasar por alto es tal vez el ejercicio más practicado, muy por encima del consumo de mejillones en escabeche y de la aplicación de laca fijadora.

La sepia se haya inmersa en la ardua tarea de olvidar que, por dudosas razones, ha sido sometida a un batido sin precedentes, a una sacudida física de la que no es probable que pueda reponerse. ¿Qué tipo de ser es el que propone a otro a someterse a un meneo a cambio de dinero.? Pero mucho peor, ¿qué tipo de ser es el que accede? Pues bien, confesemos: la sepiaencebollada ha intercambiado dinero por meneo. La sepiaencebollada ha estado...


lost in the funhouse

Atravesando un espacio perturbador lleno de jarras que vomitaban frutas exóticas, llegamos a uno de "esos sitios". Imagine un hipercor cuyo diseño bien podría exponerse en Arco, añada un poco de caspa y neones, añada magia, añada música, pero ¡qué música! y por último imagine pequeñas casetitas con ruedas desde las que una mano curtida y agrietada le ofrece una ficha amarilla, una ficha amarilla a cambio de dinero, una ficha amarilla redonda que promete emociones breves, intensas. Y ahí estábamos, queridos amigos, perdidas en una encrucijada de agresiva luminosidad: una barca vertical, una lujuriosa casa de indescriptibles detalles, una rueda que giraba a una velocidad inquietante y... el ratón vacilón.

Esa masa de colorido acero agitó nuestro líquido encefaloraquídeo hasta que surgieron en él pequeñas burbujitas, penetró en el tálamo que, pobre, intentaba dar cabida a tal estímulo, este pasó la información a las cortezas sensoriales como alma que lleva el diablo, información que se precipitó hacia la amígdala que no sabía si mandarla al hipotálamo, a la sustancia gris o ponerse de nuevo en contacto con la corteza a ver si se replanteaba semejante situación.
Corrió la dopamina, subió la adrenalina, y el inconsciente se preparaba, oscuro y malicioso, recopilando retazos de aquí y allá, para granjearse nuevo material, para asegurarse de que tras el trauma vendrían nuevas y relucientes fobias que pasarían a formar parte, para siempre, de nuestros arquetipos mentales: Jung con ello se hizo un palacete estilo Luis XIII.

2 Comments:

At 7:28 p. m., Anonymous Anónimo said...

Tratara de enviar los recuerdos, por malos que estos sean, a la papelera de reciclaje tiene varias posibles consecuencias. Una de ellas, quizás la peor, es verte dentro de algún tiempo volviendo a tirarlos a la papelera. Yo no soy más que un simple aderezo, pero me gustaría darte un consejo: create una carpeta donde poder guardar todo lo malo y no la mires salvo de cuando en cuando. Ésto te ayudará a no olvidar y a no repetir errores, o por el contrario, a ver los cambios positivos que se pueden producir en la vida.
Afortunada o desgraciadamente todo pasa y con el tiempo todas la heridas se curan, todas aquellas que queramos que se curen y éste es un remedio para que no vuelvan a abrirse.
Como me escribió un ajete hace ya mucho "hay mil soles en el reverso de las nubes"

 
At 12:38 p. m., Blogger sepia encebollada said...

Animado comino:

Más que enojo personal, trauma infantil o desespero cognitivo, la circunstancia puntual (recalco, puntual) que supuso intercambiar monedas por meneo genera en lo más profundo de mi escurridizo ser una satisfacción grata a la par que barata. No piense que la sepiaencebollada desestima su consejo, nada más lejos de la realidad. Su apunte se localiza en el escritorio de mi compiuter a la espera de ser instalado un día algo menos soleado que este.

Saludos, comino asesino!

 

Publicar un comentario

<< Home